Relativizar la espiritualidad


Dios está en todas partes, sintonizamos con Él todo el tiempo solo que para los que somos creyentes hay lugares donde escuchamos su voz con un sonido nítido, lugares que nos hacen detener el paso. Los templos sin importar el credo religioso poseen una energía única, una paz y armonía que nos llevan a un estado donde no pesa el cuerpo, ni los problemas , ni los miedos , ni las angustias,  se vive una experiencia que la mayoría no comprende y  acusan de fanáticos  e inconscientes a los que desean que en esta época de pandemia mundial  se reabran los templos. Algunas personas encuentran un escape al estrés en el consumismo, las drogas y las bebidas alcohólicas,  por ello los gobiernos de muchos países han optado en primer lugar dar apertura de bares, restaurantes y centros comerciales , luego de superado el pico de contagios de la Covid - 19.  Para los templos su turno de apertura está en último lugar, la razón: relativizar la espiritualidad. No se trata de atacar un solo credo o con ironía expresar que los templos son negocios de curas y pastores, se debe tener en cuenta al individuo, a un ser humano visto desde lo bio psicosocial, con necesidades básicas que deben ser satisfechas y en el siguiente orden las necesidades de seguridad , pertenencia y autorrealización, si invertimos la pirámide sabemos que cuando gozamos de una paz mental y espiritual, alcanzamos el punto de equilibrio para producir y trabajar por la satisfacción de las necesidades básicas y alejar el miedo que nos paraliza. 

Más empatía y amor en esta época nos ayudará a superar la crisis, dejar de juzgar y señalar al que tiene un hábito de vida diferente al del bullicio y el consumismo, veo más respeto y obediencia a la entrada de los templos, en los que desprevenidos escuchan una palabra o alcanzan de lejos a observar un conocido o familiar, vigilantes detrás de una reja sintonizando con su dios, con su interior o en armonía con el universo. Respeto por los templos es lo que se pide y por la dimensión espiritual del individuo que sin importar el credo o religión escuchan la voz nítida de su dios y/o ven en el otro el reflejo de su sentir, pensar o la alegría de estar vivos y sanos en medio de la contingencia, a otros les sirve más una hora de oración y meditación en un espacio diferente al del confinamiento, que ver un terapeuta o consultar al médico por dolencias derivadas de un estado de agotamiento.

Cuando en medio de la soledad de la ciudad me encuentro ahí delante del templo en medio de un reducido grupo de personas, siento que el tiempo se detiene, veo en la mirada y gestos de las personas que se encuentran a distancia, el mismo anhelo de volver a abrazarnos, a saludarnos de mano, escucho sus voces respondiendo  a una oración o entonando una canción que se vuelve esperanza y deseos de continuar a pesar de la incertidumbre, de un futuro poco claro, este grupo de personas hacen guardia a un momento en el que todos nos fundimos en un mismo deseo y nos recargamos de energía para avanzar.

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